Carta de Dios a Juan

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Para entender esta CAPSULA es necesario haber leído la anterior; en donde un cubano atormentado por las dudas escribe una carta a Dios. Y…ahora, mi estimada Clara, te presen-
to la contestación que el angustiado compatriota recibe desde lo alto.  Mi muy estimado hijo
Juan: Claro que sí leí tu carta y no me he molestado para nada; al contrario, me alegra que tú no seas del montón que cree que no se puede discrepar y que a todo hay que asentir. Bien, vamos a tu exposición. No te preocupes por lo que hicieron aquellos; tus antecesores Eva y Adán,  los “dos idiotas” como tú les llamas.  Un Santo Doctor de la Iglesia ha dicho que aquella falta fue la bendita culpa que les trajo a aquella bendita madre María y a su bendito hijo Jesús. Piensa Juan; la vida en el Paraíso, al pasar de los tiempos iba a resultar muy aburrida, sin incentivos ni alicientes en aquella monotonía diaria. Además, llegado el momento de venir ante mi presencia todos iban a recibir la misma gloria; ahora es muy di-
ferente; pues cada uno, de acuerdo a sus obras puede aumentar el premio que recibirá cuan-
do yo les llame a contar; te doy el ejemplo de Madre Teresa de Calcuta que por sus propios
méritos se ganó el altísimo grado de gloria que ahora disfruta.
Referente al sufrimiento de los inocentes, quiero decirte mi querido Juan; que ustedes los
seres humanos tienen un entendimiento limitado y finito; por lo tanto, no pueden compren-
der ni entender las operaciones divinas. Muchas de esas desgracias a las que tu aludes, su-
ceden por fallas humanas, especialmente de los gobernantes ineptos y corruptos de las na- ciones de todo el mundo. Recuerda, hijo mío, que yo les he creado libres y esa libertad es un don sagrado que les di y no voy a restringir ni coartar de ninguna forma o manera. Ese sagrado libre albedrio se les ha concedido solamente a ustedes los seres humanos que es una
de las características que precisamente les distingue del resto de la creación.
Y…sobre el problema de la Isla de Cuba, debo decirte que, yo si oigo las oraciones y la-
mentos de tantos cubanos buenos y sufridos clamando justicia. Recuerda Juan, que para mi
el tiempo no cuenta. No te olvides que algo parecido sucedió con los judíos, mi pueblo es-
cogido, y ellos estuvieron en la penosa esclavitud de Egipto por unos cuatrocientos años,
ustedes solamente llevan media centuria; pero te puedo asegurar querido hijo, que la liber-
tad de tu querida patria está mu cerca. Y ahora quiero que reflexiones sobre un punto muy
interesante; recuerda que el 95% de los cubanos aclamaron con gran vehemencia a aquel
barbudo “salvador”, quitaron la imagen de mi Sagrado Corazón de sus puertas y en su lugar
pusieron un brillante letrero que decía ”FIDEL ESTA ES TU CASA” y pedían paredón
indiscriminadamente  para sus propios hermanos. ¡NOOO, NOOO yo no digo que ustedes
los cubanos tienen lo que se merecen o merecen lo que tienen! Solamente te recuerdo estos
hechos para       que tú saques tus propias conclusiones. Adiós querido hijo Juan, recibe la ben-
dición de tu Dios que de veras sí te escucha. ¡Tremendo nuestro Dios, ¿verdad Clara? Claro
que sí. Y para corroborar todo esto, a mi mente aflora un interesante pensamiento atribuido
al insigne orador romano Marco Tulio Cicerón : “INTELIGENTI PAUCA” (Al buen en-
tendedor pocas palabras bastan)
FINIS CORONAT OPUS

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