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El pasaje evangélico del domingo entrante (Lucas 10, 1-9) es la lectura clásica para promover las oraciones por las vocaciones: “La cosecha es mucha y los trabajadores pocos. Rueguen, por tanto, al dueño de la mies que envíe trabajadores a sus campos”. Sin duda estas oraciones, específicamente por las vocaciones al sacerdocio, el diaconado y la vida religiosa, son muy necesarias en la Iglesia de hoy. Al comenzar oficialmente a partir del 1º de este mes mi cargo como Decano de Formación en el Seminario Regional San Vicente de Paúl, estas lecturas tienen un significado muy particular para mí en este momento.
Un elemento clave en la oración y la labor a favor de las vocaciones es promover que los jóvenes consideren una vocación a una de estas formas de vida. Esto no lo hacemos bastante. Muchos padres hoy en día ni quisieran que sus hijos pensaran de tal posibilidad. Para algunos quizás sea porque tienen sólo un hijo o dos y no quieren perder la oportunidad de tener nietos. Para otros, quizás no se imaginan que sus hijos serían felices en una vida de entrega total. Quizás otros sencillamente no crean que valga la pena la vida sacerdotal o religiosa. Sea cual sea la razón, tenemos que hacer algo para cambiar esta mentalidad, si queremos ser fieles al mandamiento de Jesús.
Sin embargo, un error que a veces cometemos es confundir la idea de vocación con sólo estas formas de vida consagrada. Hay mucho más que tenemos que hacer para promover el discernimiento de vocaciones por nuestros jóvenes. Al celebrar esta semana la independencia de este país, es bueno considerar que la verdadera libertad consiste no en hacer lo que nos dé la gana, sino en saber y poder hacer con valor y gozo lo que Dios nos llama a hacer.
¿Hacemos bastante para alentar a nuestros jóvenes, cuando miran hacia el matrimonio, a que recen para poder descubrir la persona con quien Dios quiere que se casen, y para que puedan ser buenos esposos y esposas? ¿Los alentamos a considerar cómo harán su parte para la transformación del mundo con sus opciones de carrera? ¿Les ayudamos a ver que todo esto es parte del plan de Dios para ellos, su manera de enviarlos, como a los 72 discípulos del Evangelio, al mundo de hoy?
Nuestra oración al Dueño de la Mies es claramente una oración por nuestros jóvenes. Podamos todos aceptar la responsabilidad de ayudarlos a abrirse al llamado de Dios en sus vidas. Podamos ayudarlos a escuchar cómo Jesús los está llamando a transformar el mundo en el cual vivimos, para que ellos, como los 72, puedan ir a Él llenos de alegría, porque Él ha obrado maravillas a través de ellos.
En fin, es por esto que importa la oración y la labor a favor de las vocaciones y del verdadero discernimiento de la voluntad de Dios. Es de esta forma que la obra de Jesús puede seguir en el mundo. Es de esta forma que la persona que descubre lo que Dios verdaderamente quiere que haga, dará frutos abundantes y encontrará la verdadera alegría.
¿Cómo promovemos las vocaciones?
Por el Padre Alfredo Hernández