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Cuenta una historia que un día, el burro de una campesina se cayó en un pozo. El animal lloro fuertemente por horas, mientras la campesina trataba de averiguar qué hacer. Finalmente la campesina decidió que el animal ya estaba viejo, el pozo estaba seco, y necesitaba ser tapado de todas forma, concluyendo que no valía la pena sacar al burro. La campesina llamo a todos sus vecinos para que la ayudaran a sepultar al burro y a tapar el pozo. Algunos se negaron a hacerlo y se fueron, otros tomaron sus palas y comenzaron a tirar tierra al pozo. El burro al darse cuenta de lo que intentaban hacer, se lleno de miedo y comenzó a llorar desconsoladamente. Sus lagrimas y quejidos no lograba conmover a aquellos que intentaban enterrarlo vivo. Poco tiempo después, dejaron de escucharse los quejidos del burro. La dueña curiosa, miro al fondo del pozo, y le sorprendió lo que vio. Con cada palada de tierra el burro estaba haciendo algo extraordinario, se sacudía la tierra de encima, la apisonaba con sus patas y daba un paso hacia arriba. Todos se sorprendieron al ver como el burro llego hasta la boca del pozo, brinco por encima del borde y salió trotando feliz. (Autor desconocido)
Cuantas veces nos quejamos de las palas de tierra que nos tira la vida. Vivimos diariamente esquivando la próxima pala de tierra sin darnos cuenta que sin ella no podemos salir del pozo. Nuestra atención tiende a hacer mas esfuerzo para evitar errores que nos causen dolor que a provocar triunfos que nos provoquen satisfacciones.
En ocasiones, somos desmesuradamente crueles con nosotros mismos, nos culpamos fuertemente por no haber podido evitar un error; ¡Claro! con ellos llega la vergüenza de nuestra torpeza, las tristezas y consecuencias de su desdicha, ¿pero como aprenderíamos entonces? Insistimos en querer vivir aparentando que somos casi perfectos, con miedo de fallar, de perder, de fracasar, y ser juzgados. La realidad es que nuestra imperfección natural es la que nos hace ser seres perfectos. Es el hombre quien insiste en categorizar de bueno y malo nuestros errores, pero realmente es un proceso natural y evolutivo para aprender, crecer y sobrevivir. Abrace su imperfección como su mejor maestra, no insista en esconderla como si no existiera. ¡Todos tenemos defectos! El no aceptarlo es negarse a desarrollar lo mejor de usted.
El secreto está en no vivir aterrorizado/a por las consecuencias que podrían tener sus errores, en aceptar de una vez que herrar es de humanos y que de los errores se aprenden. Ellos son los escalones para poder subir y salir de su pozo. No les dé el poder a los sepultureros de sueños que con su pesimismo critican, y condenan lo que ellos no se atreven a hacer. Ellos son de esos que reclutan vecinos para tapar los sueños de los demás, tirando paladas llenas de desánimos y de profecías apocalípticas sobre sus hombros. ¡Basta!
Dese cuenta que solo exponiéndose y arriesgándose a cometer errores es que puede alcanzar el éxito en sus metas. Aquellas historias llenas de heridas, de resentimientos, de culpas, de rencores solo son una carga negativa y desmotivadora que carga en sus hombros y han de ser sacudidas, como el burro lo hacía con su tierra. Dele pisón y conviértala en un escalón que le acerque más a su sueño.
Hablemos en serio, el éxito tiene un precio y es vencer el miedo al fracaso. Hoy, le reto a no perder el entusiasmo después de cada caída, a que aprenda a convertir cada palada de tierra en un escalón para poder subir más y a que no pierda la fe por profundo y oscuro que sea su pozo.
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Como vencer el miedo al fracaso