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Tengo que comenzar este escrito proclamando, para que no quede lugar a dudas, que soy Cristiano.
Sin embargo he escogido en este momento histórico en el que nuestra ciudadanía debate constantemente acerca de si somos o no una nación cristiana, para hacer unos planteamientos filosóficos acerca del mensaje y ordenamiento que deja plasmado Jesucristo en el Nuevo Testamento.
Nos dice Jesús, con su boca de comer, refiriéndose a lo que debía ser la nueva interpretación de la ley judaica (los Diez Mandamientos); “Un nuevo mandamiento os doy: Amarás al Señor tu Dios de todo tu corazón y de toda tu alma y de toda tu mente… y el Segundo, semejante a este: Amarás a tu Prójimo como a ti mismo”.
Si dejamos a un lado la primera parte de la nueva ley, con el propósito de no crear controversia alguna acerca del amor a Dios, nos queda como ordenanza remanente: “Amarás a tu prójimo como a ti mismo”
Que maravillosa y completa filosofía acerca de cómo vivir la vida nos ofrece esta propuesta testamentaria. La idea de amar al semejante como a uno mismo como parte del compromiso religioso y social de un pueblo que proclama seguir las enseñanzas de la doctrina cristiana, debiera entonces verse manifestada en el comportamiento individual e institucional de cada uno de nosotros. Después de todo las iglesias de todas las denominaciones están repletas cada domingo de feligreses que reciben constantemente este mensaje de amor, justicia y respeto.
En una nación cristiana como lo que proclamamos ser: ¿De dónde sale tanto egoísmo, tanta maldad? ¿De dónde tanta avaricia y tanto desprecio y falta de consideración por los demás? ¿Cómo es posible que el que tiene mucho quiera más a costa del que no tiene nada?
¿Por qué estamos debatiendo en una nación cristiana el que cada uno de nuestros ciudadanos tenga o no derecho a recibir servicios de salud adecuados a un costo razonable? ¿Por qué nos molesta saber que gracias a las ayudas gubernamentales, los más pobres también pueden comer?
¿Dónde en las escrituras podemos encontrar algo que justifique nuestra falta de amor y nuestra indiferencia por el bienestar de nuestro semejante?
Cada uno de nosotros que nos llamamos “justos” tenemos la obligación y responsabilidad de pasar juicio sobre cada uno de los que se autodenominan “cristianos” pero incumplen con el mandamiento de amar al semejante. Podrán tener todo el poder del mundo pero su hipocresía los delata ante su prójimo… que somos nosotros.
Amar a tu prójimo como a ti mismo es la perfecta filosofía para vivir la vida en paz con Dios y con los hombres.
El Amor al Prójimo