Fomenta la curiosidad en tus hijos

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¿Por qué es azul el cielo?  ¿Por qué  llueve?  ¿Por qué nací?
Fomenta la curiosidad en tus hijos

¿Por qué es azul el cielo?  ¿Por qué  llueve?  ¿Por qué nací?  ¿Por qué crecen las matas y la hierba?  Los que tienen hijos o un poco de contacto con los niños chiquitos, saben que no se cansan de preguntar ¿por qué?  La curiosidad es natural, y es una manera esencial para que los niños aprendan del mundo que los rodea.
Al final de la primera semana de escuela, me parece buena idea reflexionar un poco sobre esta curiosidad.  Todos los niños tienen un deseo innato de aprender.  Los padres y los maestros tienen la tarea importantísima de nutrir este deseo, de ayudarlos a aprender, para que sigan haciendo preguntas y quieran seguir aprendiendo más.
En mi experiencia con los jóvenes, me parece que muchas veces los mismos niños que a los 6, 7 y 8 años están dispuestos a hacer cualquier cosa para aprender, después de unos años, a los 11 o 12, sólo se aburren en la escuela.  El mismo proceso de aprendizaje que antes les fascinaba se puede convertir en tortura.  A veces se frustran porque no han aprendido bien a leer o están atrasados en la matemática.  A veces quizás sea sólo porque ya no les interesa la materia que se les presenta.  No puedo decir por qué es, pero me parece muy triste ver que alguien deje de querer aprender.
Quizás les parezca raro este tema para una reflexión en este espacio, normalmente dedicado a temas religiosos.  Sin embargo, los padres de familia tienen una responsabilidad gravísima de ser los primeros educadores de sus hijos.  Esto es verdad obviamente en el área de la fe, pero es una obligación también en otros aspectos de la educación, para que los hijos puedan servir bien a la comunidad.  Por lo tanto, querer que los padres de familia se interesen en la educación de sus hijos no debe ser extraño, del mismo punto de vista de la fe.
Les sugiero entonces que hagan como padres todo lo posible para que sus hijos sigan curiosos, para que sigan haciendo preguntas.  Una manera quizás obvia para promover que los jóvenes sigan haciendo preguntas es darles respuestas adecuadas a las preguntas que hacen, para que se den cuenta que vale la pena preguntar.  Con el pasar del tiempo, podemos ayudarlos a encontrar ellos mismos las respuestas a sus preguntas, a ver cómo en buenos libros o en las enciclopedias o en la Red Informática, se pueden encontrar las respuestas a las preguntas que tenían.  Si se les ayuda a los jóvenes a mantenerse curiosos, ellos mismos se darán cuenta que cada respuesta implica más preguntas, y van a querer seguir aprendiendo.
Una dificultad para los padres hispanos puede ser la dificultad de comunicarse con los maestros y aun a veces con sus propios hijos por el idioma.  Es esencial encontrar la manera de apoyar la educación de los hijos y de hacerles reconocer que ustedes la valoran.  Después del amor y de la fe, el mejor regalo que les pueden hacer a sus hijos es inspirarlos a querer seguir aprendiendo siempre.  Si los jóvenes aman el aprender, les ayudará a ser buenos ciudadanos y buenos cristianos.
Consideren qué tienen en común los grandes científicos, los grandes filósofos, y los grandes teólogos.  Nunca dejan de hacer la pregunta más típica del niño, ¿por qué?  Si hablamos de Einstein o del Papa Francisco, estoy convencido que comparten esta característica, un elemento esencial que debemos promover en nuestra juventud, la curiosidad intelectual.
Lo que creemos nosotros como cristianos católicos es que sí hay respuestas.  Existe una respuesta definitiva a todas nuestras preguntas, y su nombre es Jesucristo.  Esta convicción no le resta importancia, sino que confirma la necesidad de aprender más sobre el mundo y el ser humano.  No abandonemos nosotros nunca la curiosidad y el interés por aprender, y así podremos ayudar a nuestros jóvenes a no cansarse nunca de preguntar, ¿por qué?