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Hoy, mi estimada Clara, te invito a visitar el mundo maravilloso de la Isla de la Utopía; es un lugar extraordinariamente bello, luminoso, raro, tranquilo como las aguas de una laguna quieta y limpia. Fue descubierta en el año 1516 por el honorable caballero inglés Sir Tomás Moro quien fuera el consejero y Canciller de Su Majestad el Rey Enrique VIII. Es un país imaginario con un gobierno ideal, una sociedad feliz en la que han sido abolidas las clases sociales, la propiedad privada y el poder del dinero. Este maravilloso lugar lleva el distinguido nombre de: “Isla de la Utopía.” ¡Ah…no lo busques en ningún mapa! No está en ninguna parte; sólo en la cabeza imaginativa de su autor quien nos presenta a un valiente guerrero llamado Utopo fundador de este estado imaginario; de ahí la procedencia del nombre UTOPÍA que a partir de entonces se aplica en nuestro idioma a cualquier empresa o idea prácticamente irrealizable. En esta fantástica isla hay 54 ciudades completamente iguales, un único idioma e idénticas costumbres y leyes. Todas las casas están hechas de la misma forma y tienen el mismo color. Cada año se reúnen tres delegados de cada ciudad para tratar asuntos de estado, buscando siempre el bien de la comunidad. La mayoría de los utopianos se dedica a la agricultura y cría de animales. La propiedad privada no existe; todo es de todos. Semanalmente se reparte equitativamente la cantidad de víveres que cada familia necesita. Todas las casas están amuebladas de igual manera. Todos los ciudadanos tienen que pasar al menos dos años en la agricultura y aprender luego un oficio o profesión. Todos los hombres visten igual (como hacían los chinos en tiempos de Mao). El trabajo está regulado a solamente 6 horas diarias; hay una siesta obligatoria de 2 horas al mediodía. A las 8 pm todos los habitantes tienen que retirarse a dormir; pero sólo se permiten 8 horas de sueño. En la mañana, antes del trabajo, hay 2 horas de instrucción pública para todos. A la tarde, después de la cena hay una hora de recreo donde se puede charlar, jugar o tocar música. En fin…todo está debidamente reglamentado. Y…ahora veamos algo sumamente interesante y fuera de serie. Los utopianos tienen sus reglas para el matrimonio. Una dama honorable y sin tacha deberá mostrar la pro-
metida completamente desnuda al pretendiente para que la examine minuciosamente. Así se evita un posible engaño. A su vez, un varón honesto y de intachable conducta exhibirá ante la novia a su prometido, también completamente desnudo. Con esta genial idea, dicen los utopianos, habrá mucha más garantía ¡Bien, estimada Clara! ¿Qué te parece este original procedimiento? Yo estimo que debíamos implantarlo en nuestra moderna sociedad para evitar una desagradable sorpresa cuando luego puede ser demasiado tarde. ¡Arriba corazones, a luchar por esta maravillosa idea!
FINIS CORONAT OPUS
Nota bene: Aristóteles dijo: “Si quieres aprender…enseña”.
La utopia