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Sobre cien mil seres humanos han perdido su vida desde que comenzó la guerra civil contra el dictador Assad en Siria. Más de mil ciudadanos sirios, incluyendo casi quinientos niños fueron aniquilados como consecuencia del uso de armas químicas hace varios días.
El Presidente de los Estados Unidos, en vez de ejercer su poder como Comandante en Jefe de las Fuerzas Armadas del país, decidió consultar al Congreso acerca de si debemos o no intervenir en ese conflicto con el propósito de que no se repita una agresión con armas químicas tal y como lo prohíben las leyes internacionales.
La Organización de las Naciones Unidas desaprueba nuestra intervención en este conflicto mientras que el Parlamento Británico manifiesta su oposición a intervenir en defensa del pueblo sirio y su derecho a no ser victimizado de esa manera por su propio gobierno.
Mientras tanto ya pasan de los dos millones los refugiados sirios que han salido de su tierra y habitan en Jordania y Palestina.
El uso de armas químicas es ilegal y punto.
Durante la Segunda Guerra Mundial el dictador alemán Adolfo Hitler aniquiló cerca de seis millones de judíos mientras el mundo entero, incluyéndonos a nosotros los norteamericanos, ignorábamos el clamor de ese pueblo perseguido por el estado alemán, proponente de la creación de una raza perfecta y cristiana. Hasta la Iglesia Católica y sus líderes dieron la espalda mientras esta aniquilación se llevaba a cabo.
Nada me sorprende cuando repaso la historia de la humanidad. No me sorprende el exterminio de las razas indígenas de América: después de todo la historia del mundo no es sino una crónica de la dominación del más fuerte sobre el más débil… y en esos términos se escribe y luego se estudia.
No me sorprendería que nuestra Cámara de Representantes Federal le tirara una trompetilla más al Presidente Obama, negándose a aprobar la intervención militar limitada que solicita éste para decimar las fuerzas del tirano Assad y a la vez darnos a respetar en esa región del mundo donde hasta cada país amigo parece estar habitado por enemigos. Después de todo, ese cuerpo legislativo se ha dedicado por los últimos seis años a tirarle una trompetilla a cada programa de gobierno que el Presidente ha presentado y que el pueblo, a través de su elección había refrendado.
No hagamos nada señores…. No hagamos nada mientras nuestros enemigos destruyen seres inocentes.
Es la mejor manera de garantizar que el día que seamos nosotros los que estemos en peligro… los demás hayan aprendido tanto de nuestro desinterés… que no harán nada por rescatarnos.
Los crímenes contra la humanidad