
Los pesebres… Reflexiones sobre la Natividad
Desde los opulentos centros comerciales de los Estados Unidos hasta los rincones de las sencillas casas de barro de los campesinos centroamericanos, la imagen de la natividad nos rodea en esta época del año. El pesebre, con su cama de paja, las mulas y los pastores, la fría noche de Belén con una estrella desconocida que brilla más que los demás: hay un encanto ineludible de esta imagen tierna que hemos estado celebrando por lo menos desde la primera escena de la natividad llevado a cabo por San Francisco de Asís hace más de 700 años.
El Primer pesebre de la Historia -Graccio, Italia, 1223
Tres años antes de su muerte, San Francisco decidió celebrar con la mayor solemnidad posible, cerca de Greccio, el recuerdo del nacimiento del Niño Jesús, con el fin de aumentar la devoción de los pobladores (…)
Hizo preparar un pesebre, consiguió algo de heno y trajo un asno y un buey. Convocó a sus hermanos y acudieron todos los vecinos al lugar. En el bosque retumbaban los cantos y esa noche venerable se vestía de esplendor a la luz de las antorchas relucientes y al compás de los cánticos que resonaban fuerte y alto. El hombre de Dios, parado frente al Pesebre y lleno de piedad, derramaba lágrimas y desbordaba alegría. La misa se celebró usando el Pesebre por todo altar. Francisco cantó el Santo Evangelio y más tarde habló y relató al pueblo reunido el Nacimiento de un rey pobre que llamó con ternura y amor al Niño de Bethlehem (Belén).
Fe en un Dios que se parece a nosotros
Por un lado, la Navidad es un tiempo de comunidad, de compartir, de reflexión sobre la ternura de la encarnación de Cristo en nuestro mundo quebrantado. Celebramos y nos alegramos en la convicción de que Dios se encarnó en una realidad concreta e histórica: la de una familia pobre en un país palestino ocupado que se ve obligado a viajar a su ciudad natal por un decreto imperial. Monseñor Ricardo Urioste de El Salvador considera que la historia de Navidad es “una fe en un Dios que decide pasar por todas las calamidades que pasa la gente común y ordinario… para asumir la carne y las angustias de la gente.”
En América Latina el pesebre fue traído por los conquistadores españoles, aunque puede haber recibido influencias de las órdenes franciscanas que les acompañaban y luego por inmigrantes europeos como italianos y alemanes.
Junto con facilitar la dispersión y penetración del evangelio en tierras indianas, el símbolo del Nacimiento de Cristo ponía en marcha a toda la comunidad criolla que se involucraba en la confección del mismo todos los años, especialmente la de carpinteros y artesanos que levantaban estos Nacimientos en las iglesias, desde donde saltaron a las casas patronales y a antiguos puestos del comercio citadino.
La escenificación del Nacimiento del Niño Jesús conjuga arte, creatividad y devoción en torno a una de las celebraciones cristianas más universales.
El papa Francisco inspira los pesebres tradicionales de Nápoles
Los artesanos napolitanos de pesebres se han tomado el mensaje social del papa Francisco muy a pecho esta Navidad, otorgándole más protagonismo a la gente común y volviendo a los orígenes de esta sencilla tradición de representar el nacimiento de Jesús en Belén.
En el bullicioso mercado de San Gregorio Armeno, en el centro histórico de Nápoles, las estatuillas del papa latinoamericano hacen furor. “Tiene que ver con la sencillez”, dijo Antonio Cantone, uno de los artistas más prestigiosos de la ciudad, que vende estatuillas finas en el patio de un palazzo del siglo XVI, cerca del mercado. “He basado la escena en el mensaje del papa Francisco”, dijo, y contó que en su representación tendrán un lugar destacado un mendigo vestido con harapos, un campesino y un pastor entregando humildes regalos. “Los primeros en llegar cuando Jesús nació eran gente común, ése es el núcleo del mensaje que yo quería”, dijo.
En toda la América Latina hay pesebres… están los simples y cotidianos que levantan las familias en sus casas, y están los que han pasado a la historia por su creatividad o su mensaje. Pero no podemos dejar de hablar del establo real donde nació Jesús. El escritor florentino, Giovanni Papini, abordó este tema en su obra “La Historia de Cristo”, en un pasaje conmovedor: “Un establo, un verdadero establo, no es el alegre pórtico ligero que los pintores cristianos han edificado al Hijo de David…”
Pero sea opulento o simple, el pesebre refleja nuestro deseo de recordar el nacimiento más importante en la historia de la humanidad. El nacimiento de la bondad, del amor y de la hermandad. El nacimiento es una invitación a emular el amor inconmensurable de Jesús donde siempre haya lugar para el perdón sincero, la alegría de la fiesta y la paz de La Navidad. (Despachos combinados)