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Hoy, mi estimada Clara, continuamos la historia del ilustre caballero Don Alfredo Nobel, quien nació en Suecia el 21 de octubre de 1823. Fue el inventor de la dinamita y de la gelatina explosiva. El quería que sus valiosos descubrimientos fuesen empleados únicamente con fines pacíficos, en la industria y en beneficio de toda la humanidad; pero, desgraciadamente no ha sido así. Al morir, el 10 de diciembre de 1896, dejó una fabulosa herencia con el fin de adjudicar cada año valiosos premios a personas destacadas en una forma notable en los campos de la física, química, literatura y medicina; así como un especial galardón para los más esforzados en la lucha por la paz mundial. Alfredo Nobel era soltero, no tenia herederos. En su testamento destinó 9 millones de dólares, enorme cantidad en aquella época, para la asignación de los valiosos premios mencionados, los cuales consisten en: medalla de oro, un diploma y una cantidad de dinero que depende de los intereses acumulados anualmente; pues el capital inicial deberá permanecer intacto. Los premios pueden adjudicarse a más de un galardonado o simplemente declararse en estado desierto; es decir, no hay ganadores. Se otorgan solamente a personas individuales o que trabajen en equipos; sin embargo, el premio por la paz puede concederse a organismos o asociaciones. Los premios se entregan cada año el día 10 de diciembre, aniversario de la muerte de Alfredo. La elección de los galardonados se basa en méritos personales; sin tener en cuenta la raza, nacionalidad, credo o ideología del seleccionado. Como dato muy curioso, el primer ‘’NOBEL’’ se entregó en el año 1901 al alemán Wilhelm Rontgen por su gran aporte a la humanidad con el famoso descubrimiento de los “RA-YOS X’’. Una comisión de cinco miembros estudia cada caso presentado para el premio por la PAZ. ¡Pues bien, mi estimada Clara ¿qué te ha parecido la actitud y la aptitud de este ilustre caballero? ¡Nada hombre…que como él quedan muy pocos regados por este bello mundo en que nos ha tocado vivir; pero de que los hay; seguro que sí, lo único que hay que saber buscarlos. ¡Albricias, albricias! FINIS CORONAT OPUS (El fin corona la obra)
Los premios Nobel