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Analizando con tristeza el problema de Siria me hago la misma pregunta que me retumba en la conciencia cada vez que nos tenemos que enfrentar a un gobierno totalitario que violenta los derechos humanos que nuestra nación dice que está dispuesta a defender en cualquier parte del mundo.
¿Quienes son estos dictadores que mantienen absoluto control de sus países como si fueran organizaciones privadas? ¿Cuál ha sido nuestra posición con relación a estos gobiernos infames a través de los últimos años, los que inmediatamente preceden estas violaciones de los derechos humanos de sus ciudadanos?
La contestación es aterradora: Son nuestros aliados y supuestos amigos. En el momento en que se “pasan de la raya”, como diría el jibaro puertorriqueño, entonces le vociferamos al mundo que tienen que responder por sus actos.
Nos pasó con Osama Bin Laden, cuyo ejército revolucionario recibió de nosotros ayuda y armamentos para combatir la invasión soviética en Afganistan. Nos pasó con Mubarak en Egipto a quién, después de que el pueblo se alzó en 2011 le dijimos que se tenía que ir pero cuyo ejército recibe (aún al día de hoy) billones de dólares en ayuda militar. Ahora nos pasa en Siria, donde Assad, nuestro aliado hasta hace varios meses, ya ha aniquilado a más de 100,000 conciudadanos y ahora sospechamos que ha liquidado a más de 1,500 personas, incluidos alrededor de 500 niños, utilizando armas químicas.
Nuestro Secretario de Estado, John Kerry, viajó a Siria por lo menos en cinco ocasiones entre los años 2009 y 2011 y al referirse a Assad lo catalogó entonces como un hombre “generoso” en cuya palabra se podía confiar. Dígaselo a los 100,000 muertos o a las víctimas de las armas químicas, señor Secretario.
La gran contradicción de nuestra democracia es la influencia desmedida que tiene el Capitalismo Absoluto sobre la voluntad del pueblo. Es por esa condición que no tenemos un plan de salud universal a favor del cual nuestro pueblo se expresó en las últimas dos elecciones. Es por eso que el Republicanismo y la derecha absolutista del Tea Party han obstruido el desarrollo de programas de trabajo para la renovación de nuestra infraestructura y los programas de mejoramiento a la educación, alza del salario mínimo federal y ayuda a los que viven bajo el nivel de la pobreza.
Es la fuerza del “billete” contra la voluntad del pueblo. Es la falta de patriotismo de los poderosos, mientras nuestros hijos, utilizando las armas que ellos fabrican pelean, en playas lejanas, las guerras que los enriquecen.
Es necesario que nuestro aparato gubernamental aprenda de las experiencias del pasado y sea más cuidadoso escogiendo quienes son nuestros amigos.
La historia nos demuestra que de ese listado de amistades vamos desarrollando a quienes se convierten en los peores enemigos de nuestra nación, nuestra democracia y nuestro compromiso con la protección de los derechos de la humanidad.
Los Problemas que nos Buscamos