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En el versículo precedente a la segunda lectura de este domingo encontramos unas palabras que ponen en su contexto nuestra celebración de este Domingo de Ramos: “Tengan los mismos sentimientos de Cristo Jesús” (Fil 2, 5). Sólo después de estas palabras escuchamos la bella descripción de estos “sentimientos de Cristo Jesús”, que “se anonadó a sí mismo, tomando la condición de esclavo… y por obediencia aceptó incluso la muerte, y una muerte de cruz”.
Al entrar en Semana Santa, la Iglesia nos invita a compartir plenamente la cruz de Cristo. Podemos tener “los mismos sentimientos de Cristo Jesús”. Es con esos sentimientos que se nos invita a leer la narración de la Pasión de Jesús, este año del Evangelio según san Mateo. Queda claro de la relación de Mateo, parecida a la de Marcos, que la misión y el ministerio de Jesús sólo se pueden entender del punto de vista de la cruz. Las palabras del centurión, “Verdaderamente éste era Hijo de Dios”, coronan el Evangelio. Es al dar su vida por nosotros que vemos quién es Jesús y que ha significado su misión.
La Misa del Domingo de Ramos en la Pasión del Señor es una de las más impresionantes del año. Comenzamos con los “¡Hosannas!” del pueblo, acogiendo a Jesús en Jerusalén, y terminamos con el “¡Crucifícalo!” de la muchedumbre, pidiendo la muerte de Jesús. Esa muerte de Jesús, aunque ellos no eran capaces de verlo, era la fuente de la salvación del mundo. He aquí el sentido verdadero, como ha comentado el Papa Emérito Benedicto XVI, de un pasaje que se ha usado erróneamente para defender el antisemitismo: “¡Que su sangre caiga sobre nosotros y sobre nuestros hijos!” (Mateo 27, 25) Aunque suene como una maldición, de hecho, pedir que la sangre de Cristo, como la sangre del Cordero Pascual en el Antiguo Testamento, caiga sobre ellos, es pedir la salvación. Nosotros lo que debemos pedir esta Semana Santa es precisamente que la Sangre de Cristo caiga sobre nosotros y nuestros hijos, para que podamos nosotros compartir verdaderamente los sentimientos de Cristo, recibir lo que Él nos quiere dar, y darnos como Él se dio.
Por lo tanto a nosotros que tanto recibimos de Jesús, también se nos pide compartir la su auto-entrega. Eso es lo que significa compartir “los sentimientos de Cristo”. Al comenzar la Semana Santa, quizás sería bueno considerar cómo podemos compartir estos sentimientos de formas concretas en nuestras vidas. ¿En cuáles relaciones en mi vida me siento llamado a darme más, a sacrificar más? ¿Cómo puedo hacer mi vida más un regalo a los demás, en vez de buscar lo me agrada a mí? ¿Cómo puedo poner siempre en primer lugar a Dios y a los demás, y no sólo cuando me hace sentir bien?
Pasaje sugerido de la Palabra de Dios – Mateo 27, 54: “Verdaderamente éste era hijo de Dios”.
Los sentimientos de Cristo