Poncio Pilato

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Ahora, mi estimada Clara, te cuento sobre la reacción del Emperador Tiberio cuando recibió

la misiva de Pilato informándole que había permitido la crucifixión de Jesús por miedo a

los judíos. Esto es lo que contestó el César: “Por cuanto tuviste la osadía de condenar a muerte a Jesús Nazareno de una manera violenta y totalmente inicua y, aun antes de dictar sentencia condenatoria, le pusiste en manos de los insaciables y furiosos judíos; por

cuanto, además, no tuviste compasión de este justo, sino que, después de someterle a

una horrible sentencia y al tormento de la flagelación, le entregaste, sin culpa alguna

por su parte, al suplicio de la crucifixión, no sin antes haber aceptado presentes por su

muerte; por cuanto, en fin, manifestaste, sí, compasión con los labios; pero le entregaste

con el corazón a unos judíos sin ley; por todo esto, vas tú mismo a ser conducido a mi

presencia, cargado de cadenas, para que presentes tus excusas y rindas cuentas de la vida

que has entregado a la muerte sin motivo alguno. Pero, ¡ay de tu dureza y desvergüenza!

Desde que esto ha llegado a mis oídos, estoy sufriendo en el alma y siento que se me desmenuzan mis entrañas. Ha venido a mi presencia una mujer, la cual se dice fue

discípula de él (es María Magdalena) y atestigua que Jesús obraba portentosas curaciones,

haciendo ver a los ciegos, andar a los cojos, oír a los sordos, limpiando a los

leprosos, y que todas estas curaciones las verificaba con sólo su palabra. ¿Cómo has

consentido que fuera crucificado sin motivo alguno? Porque, si no querías aceptarlo

como Dios, debías al menos haberte compadecido de él como médico que era. Hasta la

misma relación astuta que me ha llegado de tu parte, está reclamando tu castigo, ya que

en ella se afirma que éste era superior a todos los dioses que nosotros veneramos. ¿Cómo

ha sido para entregarle a la muerte? Pues sábete que, así como tú le condenaste sin motivo

alguno y le mandaste a matar, de la misma manera yo te voy a ajusticiar a ti con todo

derecho; y no sólo a ti, sino también a todos tus consejeros y cómplices, de quienes recibiste

el soborno de la muerte” Después de escrita esta carta, mi estimada Clara, el Emperador

Tiberio la entregó a un emisario especial y juntamente dictaba sentencia mandando que traje-

ran a Pilato, preso como reo a Roma, y con él a los principales de los judíos: a Arquelao, hijo

de Herodes, y a su cómplice Filipo; a Caifás y Anás y a todos los que tuvieron algo que ver con

la muerte de Jesús el Nazareno. Es conveniente aclarar, apreciada Clara, que toda esta informa-

ción está tomada de los Evangelios Apócrifos, como mencionamos en la Cápsula anterior. ¡in-

teresante! ¿verdad? Semana próxima, ajusticiamiento de Pilato.

Nota bene. Marco Tulio Cicerón dijo: “Un juez inicuo es peor que un verdugo”.

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FINIS CORONAT OPUS

Poncio Pilato