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Pues bien, estimada Clara, estamos a punto de ver el final de todos aquellos desventurados que tuvieron relación con la muerte de Jesús el Nazareno. Hubo un tiempo en que se acusaba a los judíos
como culpables de este crimen. Es cierto que algunos principales del pueblo y miembros del Sanedrín, como Anás y Caifás, querían la muerte del Salvador; pero ellos no tenían potestad para
condenar a nadie a la última pena. El principal responsable de este abominable crimen fue el Gobernador Poncio Pilato, quien cobardemente se lavó las manos y permitió la crucifixión de
Jesús, nuestro Salvador.
Así pues, “el emisario del César llegado a la provincia de Judea se hizo cargo de Pilato, de
Arquelao y Filipo, de Anás y Caifás y cargándolos de cadenas, se puso con ellos en camino
a Roma. Y…sucedió que al pasar por la Isla de Creta, pasó algo muy horrible, pues Caifás
perdió la vida de una manera violenta y miserable. Trataron de sepultarle; pero ni siquiera
la tierra se dignó admitirle en su seno. sino que le arrojaba fuera. Los demás llegaron a
Roma. Existía en aquellos tiempos la costumbre de que si un reo de muerte contemplaba el
rostro del Emperador, se veía libre de su condenación. César, pues. dio las órdenes oportunas
para no dejarse ver por Pilato, de manera que no pudiera escapar de la muerte. Así, pues, lo metieron en una caverna y alli lo dejaron. Mandó asimismo que Anás fuera envuelto en
una piel de buey; y, al secarse el cuero por el sol, quedó oprimido por él perdiendo
violentamente su vida miserable. Los demás presos judíos fueron pasados a filo de espada.
Mas, a Arquelao, el hijo del odiosísimo Herodes y a su cómplice Filipo los condenó a ser em-
palados. (atravesar con un palo). Cierto día salió de caza el Emperador persiguiendo a una
gacela. Esta, al pasar frente a la caverna, donde estaba Pilato, se detuvo. Pilato estaba a punto de perecer a manos del César, e intentó fijar en él su mirada; pero, para que se realizara
lo que estaba a punto de suceder, la gacela vino a ponerse frente a él; César entonces
disparó una flecha con el fin de derribar al animal; pero el proyectil atravesó la entrada de
la caverna y mató a Pilato”. Así, mi estimada Clara, según esta versión tomada de los evangelios
apócrifos, terminaron todos aquellos malvados que de alguna forma intervinieron en la muerte del
Hijo del Dios. ¡A veces la justicia tarda; pero llega! Esta vez, parece que llegó y…no muy tarde.
Nota bene. El Rey David dijo: “Dichoso aquel varón que no se deja llevar de los consejos
de los malos”
FINIS CORONAT OPUS
Poncio Pilato III