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Me preguntas, mi estimada Clara, ¿qué pasó después del desastre de la cruz? Te recomiendo,
leas lo que escribieron los tres primeros evangelistas y “Los Hechos de los Apóstoles”. Ahí te vas a enterar de lo que pasó después. Yo, ahora te voy a contar, lo que aconteció al representante
del Imperio, quien cobardemente se lavó las manos por miedo a unos pocos judíos que dirigían
el Sanedrín. Poncio Pilato era el Procurador romano en toda la Judea. Sabiendo que había
cometido un gran crimen, entregando a Jesús para ser crucificado, el lavado de manos no le
sirvió de nada. A pocos días, tuvo la osadía de escribir una carta al Emperador, informándole
sobre todo lo ocurrido. “Poncio Pilato te saluda. Jesucristo, de quien te hablé hace muy poco tiempo, ha sido, por fin, entregado a un duro suplicio a instancias del pueblo, cuyas
instigaciones seguí de mal grado y por temor. Un hombre, por vida de Hércules, piadoso
y austero como éste, ni existió ni existirá jamás. Pero se dieron cita para conseguir
la crucifixión de este legado de la verdad, por una parte, un extraño empeño del mismo
pueblo, y por otra, la confabulación de todos los escribas, jefes y ancianos, contra los
avisos que les daban sus profetas. Mientras estaba pendiente de la cruz, aparecieron
señales que sobrepujaban las fuerzas naturales y que presagiaban, según el juicio de los
físicos, la destrucción de todo el orbe. Viven aún sus discípulos, que no desdicen del Maestro, ni en sus obras ni en la morigeración de sus vidas; más aún, siguen haciendo mucho bien en su nombre. Si no hubiera sido, pues, por el temor de que surgiera una difícil situación
en el pueblo (que estaba ya como en estado de efervescencia), quizá viviera todavía
aquel insigne varón. Atribuye, pues, más a mis deseos de fidelidad para contigo que
a mi propio capricho, el que no me haya resistido en todas mis fuerzas a que la sangre
de un justo inmune de toda culpa, pero víctima de la malicia humana, fuera inicuamente vendida y sufriera la pasión; siendo así, además, que, como dicen sus escrituras, esto ha-
bia de suceder en su propia ruina. Adiós. Día 28 de marzo a. u. c.” La semana próxima, mi estimada Clara, vamos a ver la reacción del Emperador Tiberio. Toda esta información está
tomada de los evangelios apócrifos. Esta palabra viene del griego y significa supuesto, fabu-
loso o fingido. Se le da este nombre a todos aquellos libros atribuidos a autores sagrados; pero
que no están incluidos en el canon de la Sagrada Escritura aprobado por el Concilio de Trento
en el siglo XVI. ¡Interesante! ¿verdad?
Nota bene: Jesús dijo: Este es el mayor de los mandamientos, amaos los unos a los otros.
FINIS CORONAT OPUS
Poncio Pilato