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A veces nos encontramos con personas que: o son mal educadas, o les
gusta demasiado enterarse de cosas privadas que, en ese caso, además
de poseer el primer adjetivo carecen del conocimiento de saber qué
es de buen gusto o simplemente a qué se le llama prudencia.
Existe un sinnúmero de preguntas que molestan e incomodan porque dar
respuestas así porque sí simplemente porque a alguien se le ocurre
averiguar cosas que no le incumben, que verdaderamente nos dejan; como
diría un amigo mío, “con la boca abierta”, especialmente si viene de alguien
con quien no existe un relación cercana.
Algunas de esas preguntas son: ¿y usted cuánto hace que se divorció?
¿usted cuánto se gana? ¿de qué se murió su mamá? ¿cuánto le costó su
casa? ¿y usted piensa volver a quedar en embarazo? Son tantas las
preguntas de mal gusto que la lista necesitaría un periódico completo.
Y: la más común: ¿cuántos años tienes? Esto me recuerda una repuesta
muy inteligente y sabia que dio Galileo Galilei el astrónomo, filósofo,
matemático y físico italiano considerado como “el padre de la astronomía
moderna”.
Cuando le hicieron esa pregunta, él contestó: “ocho o diez, en evidente
contradicción con su barba blanca. Luego explicó: Tengo, en efecto, los
años que me quedan de vida; los vividos no los tengo, como no se tienen
las monedas que se han gastado”. Crecemos en sabiduría si valoramos el
tiempo como Galileo. Decimos con asombro: ¡Como pasa el tiempo!, pero
en realidad somos nosotros los que pasamos. Aquí estamos de paso, somos
peregrinos y es bueno recordar en la mesta que nos espera. La certeza de
nuestro caminar terreno tiene un final y, es el mejor recurso para valorar más
cada minuto. De esta manera podemos aprovechar lo único que tenemos y
que se llama presente. Conviene disfrutar cada día como si fuera el último.
El ayer ya pasó y el mañana no ha llegado.
Preguntas de mal gusto