San Valentín

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Clara, a quien ya todos nuestros queridos lectores conocen; quiere saber cuándo se empezó a celebrar la tradicional fiesta del día del amor y la fraternidad y porqué se le llama “Día de

San Valentín”. ¡Bien, mi estimada Clara! Así comienza la historia de una de las fiestas más

bellas del calendario cristiano. Desde tiempo inmemorial en todo el Imperio Romano se ce-

lebraba el día 15 de febrero “El festival de la Lupercalia” en homenaje a la diosa Juno, espo-

sa del dios Júpiter y patrona del matrimonio y del hogar. En este grandioso día, una gran

multitud de jóvenes de ambos sexos se reunía para fraternizar, hacer nuevas amistades e in-

tercambiar regalos, sacando al azar de una bolsa previamente preparada, unos papelitos que

contenían cada uno de ellos el nombre de una de las concursantes. Cada varón debía probar

su suerte y, la joven escogida sería su compañera durante todo el festival que duraba varios días. ¡Era la gran fiesta del amor y la amistad!.

Hacia el año 496, ya el Imperio Romano de Occidente había desparecido y la Iglesia Cató-

lica actuaba con amplia libertad. Por esta época, siendo Sumo Pontífice el Papa Gelasio I, se

dispuso que la fiesta de la Lupercalia se celebrara en lo sucesivo el 14 de febrero de cada

año, día del mártir San Valentín, en sustitución del 15 como se venia haciendo hasta el presente. Valentín fue un devoto sacerdote que pasó su vida haciendo el bien y propagando el

amor, la caridad y la fraternidad entre todos los necesitados. Fue martirizado y asesinado por

orden del Emperador Claudio II el 14 de febrero del año 269 dC. Aun dentro de la cárcel, donde estuvo recluido muy poco tiempo, continuó su obra evangelizadora. El jefe de los car-

celeros tenía una pequeña hija que era ciega de nacimiento; al enterarse Valentín, pidió que le

trajeran la niña ante su presencia, la cual pudo pasar al interior de la cárcel burlando la vigi-

lancia de los guardias, y…poniendo sus manos sobre la cabeza de aquella infeliz criatura, ro-

gó a Dios que le concediera la visión y, al instante recobró la vista. El milagroso hecho llegó a oídos del sanguinario emperador, quien lleno de ira, ordenó la inmediata ejecución de Va-

lentín y su guardián con toda su familia, incluyendo la niña que había sido curada. Este mar-

tirio tuvo lugar, como dijimos anteriormente, el 14 de febrero del año 269 dC en el Monte Pa-

latino junto a un altar de la diosa Juno.

El nombre de “Fiesta de la Lupercalia” fue quedando atrás y en breve tiempo olvidado por

todos y, en su lugar, hasta nuestros días, sólo se recuerda con gran amor, cariño y fraternidad,

el día de aquel mártir cristiano que llevó el simpático y venerado nombre de: SAN VALEN-

TIN. ¡Bien, querida Clara, creo que has quedado complacida! ¿verdad? ¡Claro que si!

FINIS CORONAT OPUS