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Este domingo, en la Solemnidad de Cristo Rey, llega a su conclusión el Año de la Fe. Ha sido, sin duda, un año lleno de sorpresas y de gracias para la Iglesia Católica y para todo el mundo. Hubiese sido imposible imaginarnos, cuando comenzó esta celebración, iniciada por el Papa Benedicto XVI, el 11 de octubre de 2012, lo que sucedería en los próximos 13 meses, sobre todo con la renuncia del Papa Benedicto y la elección del primer Papa de las Américas, el Papa Francisco. Sin duda, ha sido una oportunidad de confirmar nuestra fe que la Iglesia Católica no es propiedad del Papa, ni de los sacerdotes y religiosos, ni de los fieles, sino de Cristo. Es Él, por su Espíritu Santo, que la guía, y que nos asegura que ella, a pesar de las debilidades de los seres humanos que son sus miembros, será siempre fiel a su voluntad.
Quisiera recordarles algo que dijo el Papa Benedicto dijo en el párrafo #9 de su Carta Apostólica, Porta Fidei (Puerta de la Fe), con la que anunció que este año se celebraría:
“Deseamos que este Año suscite en todo creyente la aspiración a confesar la fe con plenitud y renovada convicción, con confianza y esperanza. Será también una ocasión propicia para intensificar la celebración de la fe en la liturgia, y de modo particular en la Eucaristía, que es ‘la cumbre a la que tiende la acción de la Iglesia y también la fuente de donde mana toda su fuerza’. Al mismo tiempo, esperamos que el testimonio de vida de los creyentes sea cada vez más creíble. Redescubrir los contenidos de la fe profesada, celebrada, vivida y rezada, y reflexionar sobre el mismo acto con el que se cree, es un compromiso que todo creyente debe de hacer propio, sobre todo en este Año.
“No por casualidad, los cristianos en los primeros siglos estaban obligados a aprender de memoria el Credo. Esto les servía como oración cotidiana para no olvidar el compromiso asumido con el bautismo. San Agustín lo recuerda con unas palabras de profundo significado, cuando en un sermón sobre la redditio symboli, la entrega del Credo, dice: ‘El símbolo del sacrosanto misterio que recibisteis todos a la vez y que hoy habéis recitado uno a uno, no es otra cosa que las palabras en las que se apoya sólidamente la fe de la Iglesia, nuestra madre, sobre la base inconmovible que es Cristo el Señor. […] Recibisteis y recitasteis algo que debéis retener siempre en vuestra mente y corazón y repetir en vuestro lecho; algo sobre lo que tenéis que pensar cuando estáis en la calle y que no debéis olvidar ni cuando coméis, de forma que, incluso cuando dormís corporalmente, vigiléis con el corazón’”.
El mismo Papa Francisco, poco después de su toma de posesión de la Sede de Pedro, hizo los siguientes comentarios en una reunión con representantes de las demás iglesias y comunidades cristianas (20 de marzo de 2013): “Comienzo mi ministerio apostólico durante este año que mi venerado predecesor, Benedicto XVI, con intuición verdaderamente inspirada, ha proclamado para la Iglesia católica Año de la Fe. Con esta iniciativa, que deseo continuar, y que espero que impulse el camino de fe de todos, quería conmemorar el 50 aniversario del inicio del Concilio Vaticano II, proponiendo una especie de peregrinación a lo que es esencial para todo cristiano: la relación personal y transformadora con Jesucristo, Hijo de Dios, muerto y resucitado por nuestra salvación. En el corazón del mensaje conciliar reside precisamente el deseo de proclamar este tesoro perennemente válido de la fe a los hombres de nuestro tiempo.[…]”
Les sugiero algo muy sencillo al prepararnos para celebrar este año Cristo Rey. Consideren cómo hemos crecido en la confesión, la celebración y el testimonio de la fe durante este año. Consideren cómo ha crecido su relación con Jesucristo y su capacidad de dar testimonio de él en este tiempo privilegiado. Pídanle al Señor poder seguir en esta peregrinación, que no se acaba por pasar una fecha en el calendario, sino que apenas comienza de nuevo. ¡Viva Cristo Rey!
Pasaje sugerido de la Palabra de Dios – Lucas 23, 43: “Yo te aseguro que hoy estarás conmigo en el paraíso”.
Termina el Año de la Fe