Vemos lo que queremos

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¿Vemos lo que queremos?

No hace mucho leí la historia de dos personas que compartían una habitación en el hospital.
Cada día el hombre que estaba cerca de la ventana le decía al otro lo que podía ver para que
su compañero también disfrutase de la vida.

“Hoy es una gran día soleado”, le decía. “los niños están jugando, las familias pasean y las flores están llenas de colores”.

Cada día el compañero esperaba ansioso la descripción de lo que le relataba su amigo sobre el
mundo exterior. Era su felicidad escuchar lo que el amigo describía sobre lo que sucedía afuera.
Sin embargo, después de algunas semanas, el compañero que estaba cerca de la ventana falleció.
Su amigo preguntó a la enfermera si lo podía pasar a la cama cerca de la ventana.  Lo cambiaron
a esa cama e inmediatamente se asomó por la ventana.  Lo que pudo ver fue, una pared de ladrillos.

“No entiendo”, le dijo a la enfermera. “Mi amigo que no hace mucho falleció cada día me relataba sobre los niños que veía jugando en el parque, sobre las flores, sobre los árboles y el
sol. Pero yo solo puedo ver una pared de ladrillos”.  La enfermera sonrió y dijo: “señor, su
amigo era ciego.  El decidió ver la belleza del mundo de adentro hacia fuera”.

Una de las reflexiones que podemos tener de ésta historia, creo puede ser, que la felicidad de
la vida no radica en lo que vemos, sino en los ojos de quien observa.  Debemos ser como ese
ciego: sin importar qué suceda, debemos ver el valor de todo lo que existe en nuestra vida.
Lo que suceda en nuestras vidas nunca nos hará feliz.  Lo único que nos hará feliz es la
actitud con la que asumamos aquello que nos suceda. La vida está llena de alegría y felicidad,
si decidimos verla así.

Decidamos expandir nuestra visión, nuestra vida y nuestra felicidad. Comprendamos que aunque
en el exterior hayan bellezas, cosas bonitas, paisajes, vida, sol, si nuestro interior está pobre,
opaco, oscuro; lo que brille nos estará oculto.