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Cuenta una historieta infantil que había un conejo el cual quería ser el más rápido del pueblo, ser reconocido y ganar fama. Su sueño era salir en la televisión y como los grandes campeones recibir su trofeo por alcanzar el primer lugar.
Se esforzaba mucho en entrenar. Cuando se subía a su coche, sus desesperadas ganas de alcanzar sus metas le hacían olvidarse de todo. No se percataba que destrozaba las propiedades de sus vecinos y una vez por poco mata a uno de ellos. Todos en el pueblo estaban enfadado con él conejo y vivían con miedo de ser víctimas de un accidente.
Ante este peligro los habitantes del pueblo decidieron organizar una carrera donde el conejo pudiese participar, pero con una regla: cada vez que un participante rompiese algo debía volver atrás y empezar otra vez desde la línea de partida. El conejo acepto esta regla ya que la mayoría de los habitantes no tenían auto, y la tortuga sería su única competencia.
A la mañana siguiente tuvo lugar la carrera y cuando sonó el disparo de salida el conejo y la tortuga salieron tan rápido como podían. El conejo iba ganando, era el más rápido de los dos pero por desgracia chocó contra un puesto de flores y tuvo que volver a empezar.
La tortuga era lenta, pero iba con mucho cuidado, y mientras el conejo debía empezar una y otra vez, la tortuga progresaba lentamente. Finalmente la tortuga ganó la carrera, ya que el conejo cegado por las ansias de ganar rompía todo lo que estaba a su paso.
El conejo se sintió fatal, deprimido y decepcionado de sí mismo al ver que después de todo su esfuerzo había perdido la carrera.
Vivir aprisa es una práctica, socialmente aceptable, aparentemente útil y conveniente. Quizás es porque vivimos en una sociedad que promueve agresivamente la gratificación inmediata y esto nos inclina a actuar de prisa de un modo inconsciente y descuidado.
El estrés que genera la carrera del diario vivir no nos permite ver lo que rompemos en el camino; por ejemplo, nos comunicamos con mensaje de texto, nos ahorra tiempo, pero destruye la útil práctica de la comunicación formal que fomentan los buenos hábitos que estrechan y edifican las relaciones interpersonales.
Usamos un microwave para calentar la comida pre-cocinada sin darnos cuenta que perdemos una preciosa oportunidad de interactuar con nuestros seres queridos, conversar, modelar y cultivar la saludable práctica de compartir familiarmente, distante a la interacción por motivos de problemas económicos o familiares.
Hablemos en serio, mire fuera de sus propias necesidades y deténgase a escuchar a quien se siente ignorando, no minimice las necesidades de otros, cobre conciencia de los efectos que puede provocar el ritmo con el que está conduciendo su vida.
Cuando su esposa/o le pida hablar de algo importante, cuando su hijo busque de un elogio o una aprobación, cuando su amigo/a o compañero de trabajo merezca el reconocimiento apropiado hágalo. Cuidado no destruya los puestos de flores que existen en su vida por andar a prisa.
El jardín que perfumará el final de sus días merece ser cuidado con atención.
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Vivir aprisa