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La semana pasada mencioné que este mes es para la Iglesia Católica el Mes del Santo Rosario. El lunes entrante, 7 de octubre, es la memoria de la Nuestra Señora del Rosario, y el 13 de octubre recordamos la última apariencia de la Virgen María en Fátima, ese gran evento del 1917, que preparó al mundo para el siglo venidero, un siglo de guerra, de persecución de la Iglesia, de grandes crímenes. En un momento en el cual el mundo y la Iglesia confronta nuevos retos y oportunidades – un momento de grandes persecuciones, sobre todo en África, el Medio Oriente y Asia, pero a la vez un momento de renovación para la Iglesia universal, el Rosario se presenta como un instrumento poderoso.
El Rosario nos puede parecer ser una oración demasiado tradicional y quizás hasta aburrida, para nuestra época iluminada. Recuerdo en mi niñez que cuando entraba en la Iglesia y oía a las señoras mayores rezando el Rosario, me costaba entender bien las oraciones que decían, y me parecía como algo muy raro lo que hacían. Posiblemente experiencias parecidas hagan que muchos de nosotros, en particular lo más jóvenes y los de edad media, sientan cierto desprecio por el Rosario.
Para entender bien el Rosario, hace falta darse cuenta que puede la misma oración ayudarnos a rezar de formas muy distintas. La forma más sencilla, quizás, de rezar el Rosario, es cuando nos enfocamos sobre todo en las palabras de las oraciones. Cada Padre Nuestro, Ave María y Gloria al Padre lo decimos cuidadosamente, pensando de lo que le estamos diciendo a Dios y a la Virgen. Son oraciones bíblicas, tomado el Padre Nuestro por supuesto del Evangelio de san Mateo y la primera parte del Ave María del Evangelio de san Lucas, y siendo el Gloria al Padre la síntesis de la alabanza que se le rinde al Dios Trino en el cielo. Si prestamos atención, el rezo del Rosario no es una mera repetición de palabras, algo condenado por Jesús, sino unirnos precisamente a las palabras que la misma nos da para dirigirnos a Dios y a su bendita Madre.
Otra forma de rezar el Rosario, u otro aspecto del mismo, consiste en la meditación cuidadosa sobre cada misterio. Son 20 los misterios del Rosario, después de su ampliación en 2002, cuando el Papa Juan Pablo II nos dio los Misterios Luminosos. Los Misterios Gozosos se enfocan sobre la Encarnación y la niñez de Jesús, los Luminosos sobre la vida pública de Jesús, y los Dolorosos sobre su Pasión. Por último, los Misterios Gloriosos nos permiten meditar sobre la gloria del Señor Resucitado, a la cual ha llamado a su Madre y nos llama a nosotros.
Este tipo de meditación nos permite considerar atentamente los grandes momentos de la vida de Jesús, casi sintiéndonos presentes en ellos. Un método muy conveniente de hacer esta meditación, recomendada por san Ignacio de Loyola, es considerar cada misterio del punto de vista de unos de los personajes presentes. Por ejemplo, podemos meditar sobre el Nacimiento de Jesús (Tercer Misterio Gozoso), poniéndonos en la posición de san José o de María, o de uno de los pastores, o de algunos de los le negaron posada a la Sagrada Familia, o del que les abrió un poco de espacio en medio de sus animales. Usando la imaginación, podemos entrar en una comunión profunda con los eventos más grandes de la historia de la salvación.
A veces la oración del Santo Rosario puede llevarnos a un nivel más profundo de oración, al cual llamamos la contemplación. Aquí ya no nos preocupamos tanto ni de las palabras que decimos, aunque las decimos con mucho cuidado, ni de los misterios, aunque no nos separamos de esos grandes eventos salvíficos. En la contemplación, pasamos a una comunión profunda con el mismo Dios. Aunque es importante estar abiertos a que Dios obre en nosotros, es importante que no recemos buscando una experiencia especial, como es la contemplación, sino que aceptamos el regalo de Dios que ella es, cuando venga, si viene.
¿A quién se le hubiera ocurrido, hace 96 años, los eventos terribles y los grandes progresos de los 90 años que le seguirían? A tantos les ha ayudado el Santo Rosario a enfrentar el mal en estos tiempos, y a muchos les ha ayudado a darle gloria a Dios. La oración del Rosario, tan recomendada por la Virgen a los videntes de Fátima, es en nuestra época una manera fiable de unirnos a María en su oración al Dios Trinitario, de meditar sobre los grandes misterios de la vida de Jesús y de María, de abrirnos a la contemplación de las maravillas de Dios. Virgen del Rosario, ¡ruega por nosotros
Pasaje sugerido de la Palabra de Dios – 2 Timoteo 2, 6-7: “Te recomiendo que reavives el don de Dios que recibiste cuando te impuse las manos. Porque el Señor no nos ha dado un espíritu de temor, sino de fortaleza, de amor y de moderación”.
El Rosario sigue siendo una gran arma espiritual