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Es muy común que hagamos planes, soñemos, programemos y actuemos. El ser
humano como tal hace planes, aspira, invierte y espera poder realizar todas aquellas
cosas que quiere, desea, necesita o simplemente ambiciona para su futuro.
Cuando pensamos en aquello que deseamos y necesitamos para ese mañana incierto,
por lo regular no nos detenemos a analizar muchos aspectos importantes que afectan
nuestro vivir actual y, no nos preguntamos -la mayoría de las veces- qué planes
tiene Dios para nosotros. Lógico, es muy cierto que ese “detallito” nadie lo conoce;
también es obvio y humano que queramos lo mejor para nosotros y las personas que
nos rodean. Tenemos derecho a ello.
Leyendo la reflexión que deseo compartir con ustedes, apreciados lectores, volví a
“repasar” algo que aprendí del siguiente texto: “el ayer ya pasó y no volverá. El mañana
llegará cuando termine el día de hoy. ¿qué debo hacer hoy? Sabemos que HOY quiere
decir PRESENTE. Haremos muchas cosas en los años venideros, pero ¿qué estamos haciendo hoy?
“Haremos muchas cosas en los años venideros, pero ¿qué hemos hecho en el día de hoy?
Daremos como príncipes nuestros dineros, pero ¿qué hemos dado hoy?
Confortaremos nuestros corazones y lágrimas secaremos, hablaremos de amor, de alegría, ¿pero qué hemos hablado hoy?
Seremos un dechado de bondad en el futuro, pero ¿qué somos hoy?
Daremos unas sonrisas al solitario de este mundo, pero ¿qué hemos brindado hoy?
Enseñaremos la verdad con profundo amor, confirmaremos la fe para que sea de
más valor, daremos el pan de la vida al hambriento; pero ¿a quién hemos alimentado hoy?
Cosecharemos abundante gozo más adelante, pero ¿qué hemos sembrado hoy?
Construiremos edificios en el cielo, pero ¿qué hemos edificado hoy?
Es dulce soñar amables sueños, pero es ahora cuando debemos ¡trabajar!
Si. Esto es lo que nuestra alma debe preguntar, ¿qué hacemos hoy?
¿Qué estamos haciendo hoy?