Por Aser Ones
Llorando se lamentaba, contando los días en un pedazo de papel. Los prestamistas no estaban dispuestos a seguir acumulando el interés de sus deudas, y le habían dado un ultimato de tres días para pagar o entregar sus tierras con todos sus bienes. Habían sido muchos años de arduo sacrificio en su tierra con sus hijos, era todo el esfuerzo de sus abuelos y de sus padres, y perderlo todo en sus manos era una deshonra que no podía soportar.
No merezco vivir, soy un fracasado y una vergüenza para mi familia decía el campesino mientras buscaba los documentos para entregar sus bienes. Uno de sus amigos le decía, no seas tan fuerte contigo mismo, han pasado muchas sequias y la tierra no nos respondió, sabes que no eres el único,- pero aquellas palabras no consolaban al campesino ni calmaban su sentido de culpa y de responsabilidad.
Al amanecer del tercer día, tocan a la puerta dos hombres vestidos de blanco, muy elegantes. El campesino abre la puerta con su cabeza baja, sin poderles mirar a las caras. Jacinto usted está igual que hace 20 años atrás- dijo uno de los hombres con voz alegre.
Somos los hermanos Jiménez, usted y su padre les regalaban leche y trigo a mis padres cuando éramos niños, el más pequeño de nosotros murió hace un mes y dejó una parte de su herencia para usted. Escuchamos que usted tenía algunos problemas económicos. Mis padres lo querían mucho a usted y así también nosotros aprendimos a quererle. Nuestro hermano sabia la importancia de invertir dinero en sus tierras, hacer regadíos y le traemos un manual que el mismo preparó para usted, está lleno de instrucciones para que aprenda a manejar sus finanzas y nunca se desmotive cuando las cosas marchen mal.
Jacinto no podía creer lo que oía. Los Jiménez eran un vago recuerdo que él tenía de una familia que se había ido a vivir a la ciudad hace mucho tiempo. Jacinto pago sus deudas, pero sus tierras nunca produjeron nada. Al morir dejó un santuario hecho con dos ángeles de porcelana a los cuales, adoraba y le ponía flores. La noticia del milagro se dio a conocer rápido y llegaban gente de todas partes para pedirle milagros a los dos ángeles de porcelana, Jacinto se dedicó a leer el manual de Jiménez a otros para motivarlos.
Con el tiempo muere Jacinto y cuando Jacinto llega al cielo lo recibe el hermano menor de los Jiménez. Jacinto me has decepcionado – dijo el más pequeño de los Jiménez. ¿Por qué? – respondió Jacinto. Viví agradecido de tu gesto, y rendí tributo todos los días a tus hermanos.
No Jacinto, respondió Jiménez, morí trabajando en parte para que tú pudieras seguir ayudando a otras familias como lo hiciste con la mía. Aún quedaban muchos niños con hambre, pero tú estabas tan hundido en tu propio dolor que cuando te lo quité se te olvido pensar en el dolor de los demás y te dedicaste a adorarme, y motivar a otros con mis instrucciones sin producir tus tierras. Muchos niños murieron de hambre y familias quedaron desamparadas por tu obsesión de adorar y no trabajar en lo que realmente era importante. Dios me ha pedido que sea yo quien te cierre las puertas del cielo. Jacinto quedo sin palabras por un segundo y dijo, quisiera hablar con Jesús el hijo de Dios, el seguro tendrá piedad de mí. Lo siento.- respondió Jiménez, él también está cerrándole las puertas a aquellos que no entendieron el propósito de su sacrificio y está muy ocupado.
Hablemos enserio, recuerde que Dios también nos dejó un manual de instrucciones, (la Biblia) Jesús murió para saldar nuestras deudas y limpiar nuestros pecados, para no tener que llorar ni sufrir la culpa de nuestros pecados y errores. Su propósito fue darnos fuerzas y quitarnos la pesada carga de nuestras deudas para poner a producir la tierra de nuestras vidas cumpliendo su voluntad. En memoria de la semana santa, decida poner a producir su tierra y a rendirle honor a su herencia, cumpliendo con el verdadero propósito de su vida para cuando llegue al cielo usted sea bien recibido.
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Jacinto el Campesino